Pasados unos días, me siento un momento para hacer balance de lo escuchado en el Festival Internacional de Música de Cámara “Joaquín Turina” de Sevilla. He podido asistir a cuatro conciertos que creo que dan una idea cabal del conjunto.
Hay muchos tipos de festivales de música. El que nos ocupa ha reunido a intérpretes de diferentes países para ponerles a hacer música juntos. Los programas eran ambiciosos –quizás demasiado extensos- y los músicos, en general, de primera categoría. Un amigo, cuya opinión tengo muy en cuenta, veía con agrado la coexistencia de músicos de diversas generaciones musicales; sin embargo, desde mi punto de vista, esto provocó por momentos divergencias interpretativas de consideración. Dada la celeridad con la que necesariamente habría de ensayarse el repertorio, hubiese sido más sencillo con puntos de partida menos alejados.
El Festival ha intentado llevar música a diferentes lugares de la ciudad. En mi opinión, el mejor lugar para escuchar música es un buen auditorio. No soy amigo de “marcos incomparables”, porque lo que deseo es que el sonido llegue con la mayor nitidez. En definitiva, creo que la iglesia de la Cartuja es mal lugar para un concierto: demasiado eco. El Centro Cultural Cajasol, estupendo; el Teatro de Capitanía, un feliz hallazgo.
Las sesiones me han deparado algunos momentos musicales memorables: la brava sonata de Debussy de Gonley/ Pino, el delicado dúo de Mozart ofrecido por Hoppe/ Coleman o un quinteto de Brahms con el que aprendí mucho sobre las relaciones que se establecen en un grupo de cámara. Destacaría especialmente el Poema de una Sanluqueña de la violinista hitchcockniana Esther Hoppe y Daniel del Pino. A Turina, los excesos interpretativos le sientan muy mal. Su música es sensualidad fría. A mi juicio, muchos intérpretes –no sólo extranjeros- confunden lo que es clasicismo y mármol, con romanticismo y fuego. En consecuencia, la música se llena de colores chillones y se deshilvana; la elegancia turiniana desaparece. El Turina de Hoppe/ Pino me encantó. Ojalá haya más. El Festival “Joaquín Turina” es una extraordinaria contribución a la vida musical sevillana. Me gusta que su formato sea reducido, que tenga su origen en músicos que viven en la ciudad, que reclame la memoria musical de un gran compositor, que involucre a estudiantes y voluntarios… No parece ser un “Festival-de-programador-con-talonario”: éstos, naturalmente, son más lucidos pero siempre hay dudas sobre su repercusión a largo plazo. Cuando en España funcionen habitualmente muchos festivales como el “Joaquín Turina”, podremos decir que nuestra cultura musical se está igualando con el resto de Europa.
En resumen: yo me lo he pasado muy bien. Que sea por muchos años.
David Martínez: Como asistente a todos los conciertos del Festival Turina 2009 he disfrutado enormemente de este maravilloso Festival y de su primer nivel artístico internacional. Ha habido momentos simplemente mágicos. Espero que reciba el apoyo necesario. Gracias de nuevo a sus directores artísticos por la iniciativa. Sin este tipo de personas en Sevilla nuestra vida cultural pierde enormemente. Gracias y espero con gran interés la siguiente edición.
ResponderEliminarComo antigua alumna de Tsutsumi es un placer que Israel Martínez haya podido traerlo a Sevilla. El lo considera uno de sus mejores discípulos en muchos años de docencia y fue un placer verles tocar juntos en el sexteto. El tercer movimiento fue simplemente maravilloso escucharles. Gracias de nuevo por este fantástico Festival. Que dure, por favor...
ResponderEliminarMaravilloso Festival, grandes intérpretes, entornos fabulosos y poco habituales, y también música de este gran compositor Sevillano tan olvidado. Por favor, Instituciones y empresas, apoyen este proyecto, debe ser imprescindible para Sevilla. Tengo miedo de que, como tantas otras cosas en esta ciudad, su dirección artística tire la toalla, ante la pasividad de las Instituciones Públicas, que no se olviden, pagamos todos.
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