Para situar el capítulo camerístico, hace falta conocer la estructura general del volumen. El índice de la obra está divido en ocho capítulos:
I. El tránsito de los virreinatos a los estados independientes (Aurelio Tello)
II. Nación e identidad en las canciones y bailes criollos (Victoria Eli)
III. La música religiosa y las capillas catedralicias en el nuevo orden republicano (Consuelo Carredano)
IV. El teatro lírico (Consuelo Carredano y Victoria Eli)
V. El piano (Consuelo Carredano)
VI. Las sociedades artístico-musicales (Victoria Eli)
VII. LA MÚSICA DE CÁMARA (Consuelo Carredano)
VIII. Enseñanza, crítica y publicaciones periódicas (Clara Meierovich).
I. El tránsito de los virreinatos a los estados independientes (Aurelio Tello)
II. Nación e identidad en las canciones y bailes criollos (Victoria Eli)
III. La música religiosa y las capillas catedralicias en el nuevo orden republicano (Consuelo Carredano)
IV. El teatro lírico (Consuelo Carredano y Victoria Eli)
V. El piano (Consuelo Carredano)
VI. Las sociedades artístico-musicales (Victoria Eli)
VII. LA MÚSICA DE CÁMARA (Consuelo Carredano)
VIII. Enseñanza, crítica y publicaciones periódicas (Clara Meierovich).
Pese a la pasión que siento por los géneros musicales, mi razón de musicólogo me dice que no es una buena idea usarlos para organizar un discurso historiográfico como el que aborda el volumen. Su utilización puede acabar oscureciendo los dos ejes que –según mi retrógrada mente- deben organizar las narraciones históricas: la geografía y la cronología.
Este problema estructural general acaba por afectar al capítulo. En quince páginas, la autora debe afrontar el reto de contar un relato que engloba un género, cien años y un continente. El resultado no me acaba de convencer.
Tras una primera lectura, encuentro las siguientes objeciones.
1) Lagunas de repertorio: yo no soy un experto en música de cámara de Hispanoamérica, sólo un curioso interesado. Por eso, me sorprende que algunas obras que conozco –porque están grabadas o editadas- no figuren en el capítulo. La autora se queja de lo exiguo del repertorio y, al mismo tiempo, olvida el cuarteto de Teresa Carreño (1895), el de Julián Carrillo (1903), la sonata para violín y piano de Guillermo Uribe-Holguín (1909), el trío con piano de Manuel Ponce (c. 1912)… Una advertencia a los despistados: aunque algunas de estas piezas se escribieron en el siglo XX cronológico, se trata de obras puramente decimonónicas. Si Dahlhaus y Taruskin clausuran el siglo XIX musical europeo en 1914 ¿por qué cerrar el hispanoamericano en 1900? (NOTA: sobre los límites temporales del volumen, no encuentro ninguna reflexión en el libro)
Tras una primera lectura, encuentro las siguientes objeciones.
1) Lagunas de repertorio: yo no soy un experto en música de cámara de Hispanoamérica, sólo un curioso interesado. Por eso, me sorprende que algunas obras que conozco –porque están grabadas o editadas- no figuren en el capítulo. La autora se queja de lo exiguo del repertorio y, al mismo tiempo, olvida el cuarteto de Teresa Carreño (1895), el de Julián Carrillo (1903), la sonata para violín y piano de Guillermo Uribe-Holguín (1909), el trío con piano de Manuel Ponce (c. 1912)… Una advertencia a los despistados: aunque algunas de estas piezas se escribieron en el siglo XX cronológico, se trata de obras puramente decimonónicas. Si Dahlhaus y Taruskin clausuran el siglo XIX musical europeo en 1914 ¿por qué cerrar el hispanoamericano en 1900? (NOTA: sobre los límites temporales del volumen, no encuentro ninguna reflexión en el libro)
2) Problemas con las fuentes: por necesidad, el capítulo ha de ser una síntesis a partir de fuentes secundarias. Los materiales con que el capítulo se construye son las historias de la música nacionales –algunas muy añejas- y el Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana del ICCMU. Sin embargo, no creo que el trabajo con bibliografía exima de conocer y valorar el repertorio al que se hace referencia. Me hubiese sorprendido encontrar -en un estudio de esta naturaleza- datos nuevos de los archivos y hemerotecas locales. No obstante, esperaba un juicio personal –directo- de las obras musicales que se citan.
3) Discutible línea de interpretación: desde el principio del capítulo, la autora se esfuerza por afirmar un “periodo clásico” en la música hispanoamericana. Citando a Carpentier, se refiere luego a un “extraño proceso de regresión” por culpa de la ópera italiana y remata con los esfuerzos de progreso, salvación, reforma, etc. de finales de la centuria. Parece que la autora asume este relato de redención –bien conocido en la historiografía musical española- por defecto. Lo toma de libros "envejecidos" (como las mismas directoras declaran en el prólogo) y, al no proponer una interpretación alternativa, queda incorporado al discurso. Hoy, el discurso musicológico creo que va por otros caminos.
Más allá de estas objeciones, el capítulo de Consuelo Carredano es la mejor síntesis disponible sobre la música de cámara hispanoamericana del XIX. Esperemos que nuestra comunidad musicológica (aunque no estoy muy seguro que algo así exista) produzca nuevos materiales/ nuevas interpretaciones que nos permitan llegar más lejos y más adentro.
Muy interesante esta reseña crítica. Efectivamente, la organización por géneros es un poco torpe cuando se trata de un continente entero. Por otro lado Miguel Ángel señaló en septiembre uno de los grandes errores de esta colección: la ausencia de un plan global y la consecuente incoherencia entre la organización interna de los diferentes volúmenes.
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