La tarde del 4 de marzo inauguré mi mes camerístico llegándome hasta la Fundación Juan March. Durante tres semanas, presentaban al cuarteto Brodsky con obras tardías de Beethoven, Janacek, Britten y Shostakovich. El cuarteto Brodsky es muy importante en mi pequeña historia camerística: hace años asistí en el Teatro Central de Sevilla a una integral de los Shostakovich que me ligó definitivamente a este género. Por eso me dolió escucharles la temporada pasada (¿o la otra?) en la sala Gayarre del Real. Acababa de llegar Daniel Rowland al primer violín e, independientemente de la calidad violinística del joven, no encontré ninguna conexión entre su manera de tocar y la del resto del grupo. Aquella noche suspiré recordando a Michael Thomas.
Curiosamente, en la Juan March empezaron con el cuarteto nº 3 de Britten, programado también en el Real. Los años no han pasado en balde y el primarius parece haber hecho mejores migas con sus compañeros. Una versión excelente. En el Beethoven, sobre todo en los últimos movimientos, la extraordinaria cabra tiró al monte. A la Fundación hay que felicitarla por el esfuerzo: el Brodsky es un grupo muy por encima de los niveles interpretativos que he solido escuchar por allí. ¿No se podría mejorar la acústica de la sala?
El domingo siguiente, dentro del ciclo Los Siglos de Oro de la Fundación Caja Madrid, tuve la ocasión de asistir a la exhumación de una muestra de los cuartetos de Joseph Teixidor (1752-ca. 1811). La Fundación prepara la primera edición completa de las seis obras que en este género se han conservado de este coetáneo de Boccherini y Brunetti. Escuchamos tres. La sala muy bonita -era el salón de tapices del Monasterio de las Descalzas Reales- pero bastante seca. El Cuarteto Cambini mal. Teixidor se asomaba como podía -y parecía tener un aspecto interesante, sobre todo en segundos y terceros tiempos- por las rendijas de unas versiones que no hacían justicia ni a los sistemas de afinación.
El asunto de la recuperación del patrimonio camerístico me ocupa y me preocupa. Sacar a la luz las partituras, publicar ediciones, presentarlas en concierto y, si es posible, grabarlas está muy bien. Sin embargo, creo que para que una ciudad -o un país- tenga una vida musical sana, debe no sólo conocer su pasado sino integrar en su presente lo mejor del mismo. Para eso hacen falta musicólogos que no sólo editen sino que divulguen, conjuntos musicales de calidad y comprometidos con el repertorio, gestores que no miren siempre hacia afuera y públicos curiosos. Sin embargo, una ciudad y un país que aún ignora a Boccherini, me temo que, de momento, no va a dar muchas opciones a Teixidor
El martes pasado, en el Liceo de Cámara, tuve la ocasión de escuchar a las noruegas del Cuarteto Vertavo, veinticinco años con la misma formación. ¿Qué tal? En mi humilde opinión, el problema es que no hay un Cuarteto Vertavo sino dos. Siguen la política de alternar los violines y eso, a mi juicio, está justificado en muy pocos casos (por ejemplo, en el Casals que se dividen el repertorio por cuestiones estilísticas) porque el cuarteto no suena igual. Espectacular y muy moderno de concepción el cuarteto de Grieg, con el grupo A. El segundo de Brahms, con el B, no funcionó. Se estrenaba una obra de una compositora, para mí desconocida, Sofía Martínez. Breve, de pretendida indagación tímbrica pero que no me llevó mucho más allá.
Ayer, en la Escuela Reina Sofia, tocaron los cuatro cuartetos que estudian en el Instituto Internacional de Música de Cámara de Madrid. Dos de ingleses y otro par de alemanes. Pinchler, siempre sonriente, en la quinta fila. En el próximo concurso de cuartetos de Londres -del que ya daremos noticia- están tres de ellos entre las doce seleccionados. Excelente calidad técnica y versiones algo tradicionales. Un lujo para cualquier capital europea. Sin embargo, Rainer Schmidt me daba más morbo.
Antes de que ocurriera todo esto, la tarde del 3 de marzo, tuve la oportunidad de asistir a una audición privada que organizó el Cuarteto Quiroga, previa a su presentación en el Concertgebouw de Doelen, en Rotterdam. Para el que no los conozca, el Cuarteto de Quiroga es EL CUARTETO DE MADRID. La afirmación puede parecer muy rotunda pero es así: no existe en esta metrópolis de más de tres millones de habitantes y cuatro orquestas sinfónicas profesionales, ningún otro grupo camerístico a tiempo completo. Además, son estupendos y, por poner un ejemplo, en este ciclo holandés se codean con los Belcea, Danel, Leipzig, el trío Altenberg o el Cuarteto con piano Fauré. Han sido alumnos de los profesores de cuarteto más destacados, galardonados en los principales concursos internacionales y están en la vanguardia de los estilos interpretativos actuales. La pregunta candente: ¿sabrá la ciudad de Madrid, sus aficionados y gestores culturales, enraizar ese tesoro y que no vuele a otras tierras? Y otra mucho más concreta, pero muy relacionada: ¿cuándo podremos escucharlos en el Liceo de Cámara?
Qué magnífico conjunto de cretineces, Fernando.
ResponderEliminarHago lo que puedo. Después del verano, seguiré insistiendo. Gracias por leerme.
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