Desde el remoto 30 de noviembre, no anoto en esta sección del blog mi crónica de conciertos. Sigo yendo regularmente a actuaciones en directo (confieso que, cuando llevo tiempo sin ir, siento cierta ansiedad) y la acumulación de conciertos sin comentar, desde entonces, debe ser más que notable. Digo "debe" porque, afortunadamente, no guardo constancia escrita de los mismos y mi flaca memoria ha ido limpiándose de todo aquello que no me ha impresionado especialmente. Por retomar la costumbre, escribo lo que recuerdo de lo que recuerdo.
El Liceo de Cámara, el buque insignia del camerismo madrileño, surca una temporada algo gris. Fui al segundo bloque de la anodina integral Beethoven del Cuarteto Takács y me sigo preguntando la razón de esta sinrazón. Fui a uno de los recitales de sonatas Seiler/ Bezuidenhout; poco... Me levantó naturalmente el ánimo Kavakos & Friends, particularmente en el extraordinario sexteto de Schulhoff (los de Dvórak y Tchaikovsky son obras, a mi juicio, de menor sustancia). La perla del ciclo vino con el Cuarteto Arcanto y Jörg Widmann: destaco la sobrecogedora interpretación del cuarteto op. 80 de Mendelssohn y la música que pudimos escuchar del compositor/ clarinetista (aquella noche tuve que reconocerlo: ¡es mi compositor preferido!; en la foto retratado en el desierto de Dubai [antes de la quiebra]).
En la Fundación Juan March tuve la ocasión de escuchar al Cuarteto Quiroga. El programa era exigentísimo -Webern, Berg y Schoenberg- estética y técnicamente; el resultado excelente, de gran concentración e intensidad. Para reflexionar la huida de parte del público tras las primeras atonalidades. Tras traer al Casals, la Fundación vuelve a demostrar su compromiso nuevo con la excelencia interpretativa que produce nuestro país. Un lujo... y gratis.
El miércoles pasado, integral rara de cuartetos de Sotelo en Musicadhoy. El catálogo del compositor tenía tres cuartetos a los que iba a añadirse, precisamente en aquella velada, un cuarto. A mi entender, un cuarteto de cuerdas es una obra para dos violines, viola y violonchelo. Un cuarteto de cuerdas con más cosas puede ser un quinteto, sexteto o incluso una orquesta sinfónica. Obviamente conozco los precedentes de Schoenberg o Ginastera quienes añaden una voz a obras que siguen computando como cuartetos en sus catálogos. Sin embargo, para mí, cuarteto de cuerda + guitarra = quinteto y cuarteto de cuerda + guitarra + cantaor = sexteto. Soy así de simple.
En cualquier caso, los Diotima tocaron el cuarteto nº 1, el "cuarteto" (versión para cantaor y cuarteto de un original para cuerdas solas) nº 2, el cuarteto nº 3 y -estrenaron- el "cuarteto" (cantaor, guitarra y cuarteto) nº 4 de Mauricio Sotelo. Del nº 3 iban a estrenar una versión con guitarra pero no les debió dar tiempo a tanta primicia.
Debo confesar que me lo pasé muy bien en el concierto pero salí con un montón de dudas. Sotelo busca unir la música académica contemporánea con el flamenco. La dificultad de la coyunda no sólo se encuentra en cuestiones técnicas sino que va mucho más lejos: el concepto mismo de música, de autor, de obra... son tan radicalmente diferentes en ambas tradiciones que una comunicación profunda de experiencias resulta complicada. ¿A qué nivel los músicos flamencos -los estupendos Cañizares y Arcángel- pueden entenderse con el Diotima (y viceversa)? ¿Qué papel juega el compositor en todo esto? En el fondo, las dificultades de Sotelo son las eternas del folklorismo. Cambien el modernismo académico de Sotelo por la Schola Cantorum y verán que, de Sotelo a Turina, no va tanto trecho. En cualquier caso, el compositor madrileño debe interesarnos y mucho. Veremos por dónde tira cuando supere esta fórmula.