El domingo por la mañana fui al Museo de América a escuchar el Cuarteto Degani. El público era una mezcla de aguerridos miembros de la tercera edad -había que ser valiente para llegar al Museo por caminos llenos de hielo- y familias con niños. El programa no estaba anunciado y, al final, resultó ser el primer cuarteto de Villalobos y el Americano de Dvorák. Siempre se agradece la inclusión de obras del brasileño; más este año en el que deberíamos conmemorar el cincuenta aniversario de su muerte. Ojalá tengamos más ocasiones de oír su música.
El Museo de América trata con muy poco cariño su ciclo de música (desconozco como trata los demás). Tiene dos elementos ganados: un auditorio majo y un público suficiente. También supongo que tendrán poco presupuesto. Pero ¿qué les impide fotocopiar unas octavillas con el programa o poner información más completa sobre el ciclo en la página web (obsérvese el laconismo extremo en http://museodeamerica.mcu.es/activi_musica.html)? La falta de cariño, sin duda. La actuación del cuarteto ni fue respetuosa con el público ni con sus propias trayectorias profesionales.
El Museo de América trata con muy poco cariño su ciclo de música (desconozco como trata los demás). Tiene dos elementos ganados: un auditorio majo y un público suficiente. También supongo que tendrán poco presupuesto. Pero ¿qué les impide fotocopiar unas octavillas con el programa o poner información más completa sobre el ciclo en la página web (obsérvese el laconismo extremo en http://museodeamerica.mcu.es/activi_musica.html)? La falta de cariño, sin duda. La actuación del cuarteto ni fue respetuosa con el público ni con sus propias trayectorias profesionales.
El martes, en el Liceo de Cámara, música de trío con piano. Sustituyendo al violinista anunciado, actuó Latica Honda-Rosenberg junto con el pianista Kirill Gerstein y Clemens Hagen, de los Hagen de toda la vida. Los dos primeros fueron alumnos de la Escuela Reina Sofía.
Pese a la sustitución a última hora del violín, fue una magnífica sesión de música de cámara. Me quedo con Clemens Hagen tocando Haydn. Siempre explico a mis alumnos que, en los tríos con piano de Haydn, el cello dobla la mano izquierda del teclado. La intensa y concentrada interpretación del bajo del cuarteto Hagen me convenció de lo contrario.
Al día siguiente, volví al Auditorio a escuchar la primera de las sesiones de cámara del ciclo dedicado a Sofía Gubaidulina. En realidad, de las obras programadas ese día sólo Silenzio, para bayán, violín y violonchelo, estaría cerca de mi concepto estricto de música de cámara. Ahora ando liado pero prometo explicarlo. Me gustó la pieza, me pareció correcta la interpretación y me maravilló ver a esa pequeña mujer vibrando ante cada matiz de su propia música. A veces difícil, a veces directa pero, sin duda, una de las grandes de hoy.
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