Se tomó la decisión de encargar a un solo cuarteto –el Takács- la lectura de todas las partituras. Apostar todo el capital a una carta no deja de tener sus peligros. Tras los dos primeros conciertos de la serie, ponemos seriamente en duda la elección. Las versiones escuchadas –dentro de la solvencia de un cuarteto profesional- resultaron desenfocadas: un paisaje en el que se reconocen los elementos pero al que le falta nitidez, cubierto por un velo gris e impreciso. No me emocionó en ningún momento; ni me sorprendió. Las opiniones de aficionados a los que respeto eran de mi mismo parecer.
En cualquier caso, habrá que seguir escuchando –me pareció verles mejor el segundo día- y tener presente que, como en los sacramentos, el beneficio está mas allá de la santidad del sacerdote.


Lo más extraordinario fue el milagro acústico: el Cuarteto Casals hizo “sonar” el salón de actos de la Fundación. En alguna ocasión, hice votos por alguna reforma de la acústica de la sala. Retiro lo dicho. Ahórrense esa partida presupuestaria: traigan siempre grupos así.